Intentas caminar y avanzar más allá de dónde estás, sin embargo, algo te frena. 

Nos repetimos que sí. Que podemos llegar a cualquier lugar. Pero parece que no es así, que nos detenemos a las puertas, o a cierta distancia, antes de llegar. 

Nos paramos a observar. 

Sí, nos transformamos en esas personas que, a sabiendas o no, observan la vida. La suya propia y la ajena, aunque de la personal no tengas demasiado empeño en ver por dónde transcurre. Menos aún, hacerte cargo de ella. 

Los motivos que te pueden llevar a ser ajeno a la responsabilidad de tomar las decisiones que te corresponden, pueden ser justamente esas, el no ser consciente de la responsabilidad que tienes. Tal vez te digas que sí lo eres, que haces todo y cuanto quieres o se requiere de ti, pero piensa si lo has decidido, si has dado cada uno de los pasos por tu cuenta o has seguido alguna senda marcada. 

¿A qué has prestado atención mientras decidías? 

Podrías tratar de ser o no el creador de tu realidad, pero siempre, deberías de ser el único y como tal, eres responsable de ti, de lo que te sucede. 

Aunque no quieras ponerte en esa situación, es donde estás, puesto que se trata de tu vida. No son detalles extraños o ajenos a ti, sino lo que haces, que no terminas de hacer. 

Observar y prestar atención a lo que quieres lograr ¿Cómo y dónde te ves?

Tomar esa decisión es cosa tuya, y aunque creas que no puedes, sí puedes. La confianza y fe en ti son las claves para reconocer lo valiente y capaz que eres.   

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