Primero, he de organizar las ideas, el interior, antes de acceder al cómo.
Esto es lo que me digo cuando simplemente, me siento en el porche mirando hacia el infinito mar. Y eso que, desde esta perspectiva en que me encuentro, alcanzo a ver las casas que se encuentran en la montaña de enfrente.
Lejos sí, pero a la vez cercanas, teniendo en cuenta que puedo distinguirlas y conociendo la amplitud del mar hacia el lateral izquierdo de mi ahora.
El baile de las olas, su sonido, un regalo fantástico y maravilloso.
No falta mucho para que la luna llena salga a mi encuentro y, la espero con ansia, con la misma calma que hoy tiene el mar, a diferencia de ayer que, en la plenitud de la luna, batía incesantemente, saludando a todo aquel que se acercaba. O lo miraba a distancia.
Su sonido, siempre resulta maravilloso.
A mí personalmente, me permite fluir llena de vida con ganas de moverme, de crear. El flujo constante del hacer. Y por eso, me dejo llevar siempre que tengo la oportunidad de escuchar su voz, llena de Gracia por el maravilloso regalo que considero, me hace.
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